domingo, 30 de octubre de 2011

La misma receta para un plato diferente.

Hace un largo tiempo atrás, Patricio Pron, literato argentino, comentaba que los choripaneros de las inmediaciones del Gigante le confiaban que cuando Central perdía, se vendía algo, pero cuando ganaba, se podían poner hasta tachuelas entre los panes con la seguridad de que iban a ser engullidas con gusto. También podría decirles que los fideos con manteca que hemos comido como un manjar celestial cuando éramos niños no sabía delicioso porque lo eran, sino por el esmero con que eran preparados.
Algo de eso hubo el viernes por la noche.
Porque la receta de Central fue la misma que la de todo el torneo. Tocar -de ser posible, a un toque-, traslados mínimos, y shotear cuando se encuentra el hueco. La diferencia estuvo en que se atacó desde la propia salida, ya que Lequi enterró la añoranza por las trepadas desde la cueva con pelota dominada alla Raldes, se remató desde fuera (¿cuándo rebotará en el palo hacia dentro o hacia un jugador propio?), y hasta podría decirse que los puntos más flojos del equipo tuvieron rendimientos rescatables, sea por abrir el marcador, sea por participar en los otros dos goles.
¿Tanta diferencia hubo en la propuesta de los partidos anteriores a éste? No. Quizá todo radique en que hubo paciencia dentro y fuera de la cancha -en ningún momento se pensó en hacer el segundo antes que el primero, como tantas veces en estos dos años- y en un poco más de entrega. Cuando los que saben con el balón se muestran y la piden, el fútbol gana más allá de los intérpretes, ya que posee buenas intenciones donde cimentarse.
Así se jugó todo el torneo. No siempre se estará tan preciso en los últimos metros; como contrapartida, esperamos que se solucionen detalles no menores (los claros a espaldas de Ferrari, los creativos que juegan a las escondidas, asistentes que se mimetizan con los marcadores) para neutralizar lo que pueda hacer todo rival que se enfrente a este Central que sigue con la misma receta de siempre.
Sólo que esta vez, nos fuimos con un gusto a rico.
Carlos Gustavo.
Fotos: Mark-C

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